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8/08/2012

EL SUICIDIO COMO OPCIÓN



Santiago Villarreal Cuéllar
Los medios mediáticos de comunicación no registran la ola de suicidios que diariamente ocurren en Europa, específicamente en países donde la crisis económica tocó fondo, como Grecia, Italia, España y Portugal. A diario, decenas de personas optan por el suicidio. Las edades oscilan entre los cuarenta y los ochenta años, la mayoría desempleados y el resto jubilados. Curiosamente la juventud, quienes observan un futuro incierto, no se suicidan y deciden seguir esperando mientras la mayoría se aglutina en el movimiento Juventud Sin Futuro, fundado hace dos años y diseminado por toda Europa. El europeo es un individuo que aprendió desde su tierna infancia el sentido del trabajo. Para ellos, el trabajo no solo es un derecho del que debe gozar todo ciudadano mayor de edad, sino que constituye un deber fundamental. Por esta razón, cuando un ciudadano de estas naciones pierde su empleo, siente que el mundo se le viene encima. Si pasan tres días y no logra emplearse, esta persona entra en una profunda depresión, se siente impotente y culpa al Estado de su desgracia. Al golpear puertas y no encontrar una solución a su difícil situación, escoge la opción del suicidio. Contrario a los suicidas colombianos, quienes intentan matarse con venenos poco tóxicos, que solo dejan secuelas de por vida en vías respiratorias y digestivas, la mayoría de los europeos se lanzan desde puentes, lo bastante altos como para no quedar vivos. O lo hacen desde el piso más elevado de un edifico céntrico de su ciudad, para que las autoridades estatales vean lo que es capaz de hacer una persona abandonada por el Estado. Otro gran porcentaje de suicidas se ahorcan, y otros se arrojan a trenes que andan a gran velocidad. A finales del año pasado, un ciudadano griego se quemó vivo frente al parlamento de la ciudad de Atenas, en protesta por la aprobación del paquetazo que mermó las pensiones, elevó los impuestos y recortó el número de trabajadores estatales.
Porque justo es decirlo, toda esa crisis económica por la que atraviesa Europa y muchos países latinoamericanos, se la debemos a la aplicación de las nefastas políticas económicas neo-liberales. A principios de la década de los ochenta, la nueva ola, diseñada en la facultad de economía de la Universidad de Chicago por el economista Milton Friedman, en los sesenta, comenzó su lento pero trágico experimento, el cual dio al traste con las economías proteccionistas y estatistas tomadas de los modelos de Keynes, Marx y Hegel. En este estado de postración, al ciudadano de a pie le quedan dos opciones: aguantar hambre o morirse.    

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