Santiago Villarreal Cuéllar
En buena hora un
grupo de líderes políticos de reconocida idoneidad, ética, valores humanos, y
honestos (que los hay) aspiran a la presidencia de la república, y se han
reunido para llegar a un acuerdo programático y así formar una coalición, con
miras a las elecciones presidenciales del 2018. Nadie pone en entredicho a
personalidades de izquierda como Gustavo Petro, Jorge Enrique Robledo, la senadora
centrista Claudia López, y el precandidato de la derecha moderada Sergio
Fajardo.
Ante los horrorosos
escándalos de corrupción, sobornos, robo descarado del erario por parte de
ediles, concejales, alcaldes, diputados, gobernadores, congresistas, y el mismo
presidente de la república, es hora que el pueblo colombiano tome conciencia,
eligiendo aquellas personas que aún conservan principios que pareciera hubieran
desparecido de la clase política. Los últimos acontecimientos acaecidos por el
escándalo de sobornos pagados por Odebrecht, a diestra y siniestra, asquean
todo el país decente que todavía queda.
Me uno a esta
coalición, apenas embrionaria, pero no podemos desperdiciar una oportunidad que
se presenta debido a la actual coyuntura pues el cáncer de la corrupción en
todos los entes y esferas estatales, y privadas, tocó fondo amenazando los
cimientos de la república.
Pero no basta una
coalición de izquierda democrática cuya bandera sea el combate contra esta
epidemia de la corrupción. La misma debe comprometerse para continuar el proceso
de paz firmado con las guerrillas de las FARC, y cumplir dichos acuerdos, como
también debe continuar los diálogos con el grupo guerrillero del E.L.N. Dentro
del programa de gobierno deben contemplarse las reformas estructurales,
aplazadas por años por esa clase politiquera que ha gobernado el país los
últimos setenta años. La salud, educación, justicia, régimen pensional y todo
el nefasto modelo económico neo-liberal, impuesto por Cesar Gaviria Trujillo, y
defendido por sus sucesores, debe ser cambiado para construir una nueva
Colombia, más equitativa, y más humana. De no ser así, el solo combate contra
la corrupción no será suficiente para rescatar el país.
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