Santiago Villarreal Cuéllar
Cada 25 de
diciembre celebramos el nacimiento de Jesús. No obstante, poco practicamos el
mensaje sencillo pero contundente del Mesías. Repartimos regalos, comida,
alcohol y creemos que es un día especial para los niños. El mercantilismo
capitalista logró hacer de esta fiesta una apoteósica feria de consumo,
sepultando el verdadero sentido espiritual de este magno evento. Naturalmente
estamos de acuerdo con la reunión familiar y la consideración con los niños,
pero debemos devolver el sentimiento de recogimiento, y revivir el mensaje de
la Buena Nueva.
Ante todo debemos
recordar que el nacimiento de Jesús trajo consigo un mensaje de perdón,
reconciliación, igualdad, amor al prójimo, respeto a la vida, el no enjuiciamiento
a los demás, y observar primero nuestros defectos antes de ver los del otro. En
estas sencillas premisas se fundamenta la doctrina de Jesús. Los demás
sermones, interpretaciones, juicios, dogmas y diezmos, perdónenme, pero no es
más que charlatanería. Ser cristiano no significa complicarse la vida, ni tener
complejos de culpa. Jesús no se complicó la vida y jamás quiso que nadie
hiciera sacrificios inútiles practicando su doctrina. Jesús no sentenció
quiénes irán al cielo o al infierno. Simplemente dijo: el que se arrepienta de
corazón y haga un acto de contrición tendrá la vida eterna. Es decir, el
cristianismo no es para los sanos, ni santos, sino para los enfermos y
pecadores.
Los pacifistas no
deben confundir el mensaje cristiano, porque Jesús no fue para nada un
conformista. Su mensaje fue revolucionario, contestatario y nos enseña a
cuestionar a jerarcas, reyes y opresores. Esa firmeza y contundencia de su
mensaje le costó la vida, porque no llegó para arrodillarse ante la oligarquía
dominante de la época, sino a levantar contra ellos el látigo de la protesta
justa. En otras palabras, a reclamar justicia, lo que tanto nos hace falta hoy.
No solo justicia contra los delincuentes de todos los pelambres (comunes y de
cuello blanco), sino ante todo, justicia social ante tanta inequidad.
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