Santiago Villarreal Cuéllar
“Convocamos a la resistencia civil,” dijo el ex
presidente Álvaro Uribe; “acuerdo especial para blindar los acuerdos de paz con
la farc es un golpe de estado,” dice textualmente un comunicado del Centro
Democrático. La respuesta del gobierno, de su ministro del interior, y los
senadores de la unidad nacional no se hicieron esperar. Pero en lugar de calmar
los ánimos, llamar a la calma, la mesura y decencia, estos defensores del régimen,
más que del proceso de paz, contestaron
con una huracanada de improperios. El presidente de la república también
pretende apagar la encendida hoguera
‘uribista’ esparciendo chorros de explosivo combustible que puede originar
un incendio de inimaginables proporciones. En vísperas de celebrar la firma de
los primeros acuerdos de paz, el gobierno y su sequito de seguidores, y quienes
apoyamos y creemos en estos diálogos, debemos buscar una verdadera unidad
nacional; no la de los congresistas que en su mayoría apoyan el proceso de paz,
no por convicciones, sino por conveniencia personal y electorera. Para blindar su
unidad política el presidente repartió ministerios, contratos y burocracia a
todos los partidos, incluidos los verdes y la izquierda. El Centro Democrático
quedó asumiendo la verdadera oposición en una página histórica que ha
polarizado la nación frente a las negociaciones de la Habana. Polarización
paralela a la que vive hoy nuestra hermana y vecina Venezuela; solo que allá
gira alrededor del régimen de Maduro por mantenerse en el poder y la oposición
por sacarlo; aquí está en juego nada menos que los cimientos para entrar en una
etapa de paz y terminar así sesenta años de guerra interna.
El gobierno y su sequito de escuderos no
deben olvidar que Uribe representa casi siete millones de colombianos. Así
quedó demostrado en las elecciones del 2014. Es posible que haya disminuido ese
caudal, o en el mejor de los casos ha crecido. No pueden seguir respondiendo a
los incendiarios llamados del ex presiente a la resistencia civil con el rayado
discurso de que es enemigo de la paz. Necesariamente hay que integrar al ex
presidente y sus seguidores a la llamada unidad nacional; no comprándolo con
burocracia, sino buscando el entendimiento para impedir que torpedee el proceso
que se encuentra en su etapa culminante. Creo que el gobierno no puede lograr
este proceso de paz sin la ayuda de Uribe. Si el jefe de estado no puede invitar al ex mandatario
a dialogar debe haber un interlocutor que facilite ese encuentro. La Iglesia
Católica podría ser el puente para lograr el acercamiento, porque la paz sin
Uribe no es posible.
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