Santiago Villarreal Cuéllar
Examinando los evangelios podemos deducir que
el primer defensor de los derechos humanos fue Jesucristo. Sin embargo, la
Iglesia creada en su nombre se encargó de hacer lo contrario. Jesús exaltó la
vida como derecho fundamental, la igualdad de las personas como premisa
suprema; además, el amor al prójimo. El humanismo ha tenido una lenta evolución
con grandes tropiezos. Durante el Renacimiento comenzó a tomar forma y
filósofos como Tomás Moro, Petrarca, Erasmo de Róterdam, Bocaccio, Leonardo da
Vinci, Bruno, Copérnico, entre otros, sentaron las primeras bases ideológicas
para difundir la doctrina. En los siglos XVII y XVIII, los pensadores Spinoza,
Locke, Rousseau, Montesquieu, Kant, Denis Diderot, Voltaire y muchos otros, sentaron
los principios para proclamar los Derechos Naturales del Hombre. Se constituyó
en toda una revolución, provocando las revueltas que lograron la independencia
de las trece colonias (Estados Unidos), y derrumbaron la monarquía francesa. La
antorcha del humanismo se extendió lentamente por todo el mundo, pero tropezó
con grandes obstáculos, muchos de ellos imposibles de romper hasta la fecha.
El humanismo como doctrina exalta al ser
humano como máximo ser supremo sobre la tierra, poniendo en segundo plano los
dioses, que hasta ese momento ocupaban un primer lugar. El hombre, otrora al
servicio de Dios, invierte los valores poniendo a Dios a su servicio; fue toda
una herejía para los dogmáticos, pero constituyó el pilar de todos los demás
derechos de la persona humana. No obstante esta declaración, millones de vidas
humanas continuaron derramando su sangre, bajo el desconocimiento y violación
de tan trascendentales derechos. Después de la segunda guerra mundial, las
naciones aglutinadas en la recién creada Organización de Naciones Unidas,
proclamó mediante Resolución 217, el 10 de diciembre de 1948, la Declaración Universal
de los Derechos Humanos. Irónicamente muchas de esas naciones que suscribieron
la carta, siguen violando los más elementales derechos de la persona humana. Continúan
los genocidios, muchas veces permitidos y patrocinados por agentes del mismo
estado; sigue siendo pandemia la desaparición forzada, las retenciones
ilegales, la tortura y los asesinatos sumarios. Hoy más que nunca, los Derechos
Humanos están amenazados; la lucha contra el enemigo invisible, el terrorismo,
viola constantemente los mismos; sectas fundamentalistas, paradójicamente
protegidas por la misma carta magna, incitan a la violación de muchos derechos
como el de las minorías sexuales, el libre desarrollo de la personalidad y la
libertad de conciencia. Corresponde a nosotros, defensores y quienes no lo son,
continuar la lucha, a veces peligrosa, en la difusión, promoción y defensa de
uno de los más grandes descubrimientos de todos los tiempos, como son los
Derechos Humanos.
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