Santiago Villarreal Cuéllar
Legado machista; herencia del monoteísmo
representado en el judaísmo, cristianismo, e islamismo; Jehová, Jesucristo,
Alá, dioses masculinos donde la mujer ocupa un segundo plano. Esa cultura
religiosa contribuyó para que el hombre bajo esos esquemas se convirtiera en
ser dominante; el hombre fuerte, la mujer débil; el hombre tosco, la mujer
tierna; el hombre no debe llorar, la mujer conmueve con su llanto. No podía
esperarse sino hombres con patologías agresivas compulsivas hacia el sexo
opuesto; y unas mujeres sumisas, obedientes, y temerosas.
En vano las legislaciones expiden leyes
contra el hombre maltratador; pero no profundiza en sus raíces antropológicas,
culturales e históricas. La cultura desarrolla patologías psicológicas y
psiquiátricas, que con el correr del tiempo se vuelven crónicas y difíciles de
tratar. A eso llegamos en la mayoría de nuestros países; a una sociedad machista,
donde la mujer es considerada el sexo débil y el hombre es quien trabaja para
ella, bajo el concepto de seducirla, dominarla, y castigarla. Las mujeres
también ponen su grano de arena; son ingenuas, temerosas, y sumisas; algunas
todavía afirman que el hombre es de la calle y ellas de la casa; aceptan su esclavitud;
viven enamoradas de su cadena y adoran su verdugo.
Se suma a ese legado cultural la forma como
crían los hijos; castigos físicos, psicológicos, gritos y amenazas. Un niño
agredido desde su tierna infancia, guarda en su mente el rencor, la impotencia
de no poder defenderse; en su adolescencia y adultez será un agresivo
compulsivo, cuya patología requiere tratamiento psicológico o a lo mejor
psiquiátrico, pero termina amenazado con castigos duros como la privación de su
libertad. En la mayoría de los casos prefiere la cárcel por transgredir la ley.
La mujer por su parte no denuncia; también fue maltratada física, verbal y
psicológicamente en su niñez; es una pasiva compulsiva; en su inconsciente
necesita un maltratador y lo encuentra en su vecindad. Si queremos erradicar el
maltrato a la mujer, debemos empezar por reconocer que somos enfermos mentales.
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