Santiago Villarreal Cuéllar
La calumnia, la cizaña, la envidia, el odio
ciego de algunas personas, agitadoras de banderas políticas de otras campañas
hace daño; no es un daño electoral, es un daño moral; riñen con la ética y la
moral cristiana de una sociedad que se califica como tal; faltan al respeto de
las personas, pero perdón, hablo de respeto a unos seres que son incapaces de
respetar e inspirarlo. A falta de ideas y propuestas serias que convenza al
pueblo, recurren a lo más vil; se rebajan y arrastran como serpientes al
asecho, y clavan sus mortíferos colmillos tratando de inocular el veneno
emanado de sus mentes perversas; es una guerra de unos incapaces que creen que
rascándose sobre un roble lo pueden doblegar. Eso, quisieron hacer contra la
persona del señor Miguel Antonio Rico.
Los sondeos de opinión lo dan como ganador
desde hace muchos meses; la desgracia ocurrida en la persona de la valerosa
periodista Floralba Núñez, sacudió los sentimientos del país, del mundo; y a
las pocas horas, mentes enfermas quisieron endilgar a la campaña de Miguel
semejante crimen. Nadie que posea dos dedos de cerebro sano se le ocurre pensar
que un hombre de las calidades humanas de Miguel, de su sencillez, de sus principios
cristianos, de su ética y de su historial al servicio de la comunidad, siquiera
pensara en semejante horror. Y nadie pensó que hubiera seres tan bajos que
recurrieran a tamaña canallada.
Capturado y judicializado el presunto asesino
de tan detestable crimen, se despeja el humo de esa llamarada de hojas secas
que pretendieron encender. La maldad no puede perdurar por mucho tiempo, y la
verdad siempre es vencedora aunque pretendan empañarla. Queda en la conciencia
de los calumniadores, el cargo y el trago amargo como la hiel, de tratar de
hacer daño. El pueblo los señalará con el dedo implacable de la historia y los
tendrá en cuenta; y el juicio del pueblo es duro; el pueblo no perdona las
ofensas contra los buenos.
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