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8/07/2015

Los espíritus de La Escombrera


Santiago Villarreal Cuéllar

El hijo salió por la mañana hace trece años y no regresó; el esposo salió a rebuscarse el diario hace diez años y no volvió; la mujer fue a la tienda el año 2004, pero no llegó, ni a la tienda, ni a su casa; el esposo, el hijo, el yerno, y otros, fueron sacados a la fuerza de sus humildes viviendas por encapuchados hace ocho años y nunca se volvió a saber de ellos. La madre ve ese hijo que se llevaron hace trece años subiendo la cuesta; llegando por la noche; lo ve tomando el metro; y por las noches, las tortuosas noches, sueña con él viéndolo llegar, saludándolo, besándolo, bendiciéndolo; como esta madre, todos los familiares de esos desaparecidos padecen la misma tortura, la misma incertidumbre, la misma tragedia. Están enterrados en La Escombrera, dicen quienes saben, pero solo manifiestan sospechas; pero los familiares se niegan a creer; se resisten a aceptar que estén muertos; no admiten que hayan sido sepultados bajo toneladas de escombros.
La tragedia ocurrió en la Comuna 13 de Medellín, en la zona donde se arrojan los escombros de la mayoría de la ciudad; cobró fama desde el año 1986, cuando las milicias guerrilleras comenzaron la operación “limpieza,” llevando allí personas sindicadas de delincuentes; los asesinaban  y arrojaban junto a los escombros; diez años después, serían los para-militares, los miliares, la policía y el Das, quienes reemplazaron a los primeros para continuar la macabra labor de llevar víctimas, asesinarlas y arrojarlas. Las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y todo el mundo en Medellín sabían, pero guardaban temeroso o cómplice silencio. Se volvió voz populi amenazar a cualquiera que ocasionara alguna molestia, con hacerlo llevar a La Escombrera. Las cifras de desparecidos son escalofriantes; algunos estudios hablan de trescientas víctimas; es posible que la cifra sea superior o inferior, pero el terrible drama de las mujeres familiares víctimas de estos desaparecidos es igual; como es el de cientos de miles de familiares que hemos padecido esta tortura de tener un familiar desaparecido forzosamente. Ahora, por fin la Fiscalía ordenó buscar bajo los escombros los restos humanos; otra tortura, porque al comenzar a encontrar trozos de huesos, viene el otro drama: identificar esos restos y entregarlos a sus adoloridas familias.
Pero el deber de la Fiscalía no es solo encontrar restos humanos; toda la justicia debe caer sobre estos criminales, llámese guerrilleros, para-militares, militares, policías, o cualquiera que haya causado esta horrorosa tragedia. Estos criminales con mentalidad de reptil deben recibir el máximo castigo tipificado en nuestra legislación penal. De lo contrario el dolor será perpetuo.        


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