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10/29/2013

Prepárense para el terremoto


Santiago Villarreal Cuéllar

Las muchachas y muchachos de los grados decimo y once, lanzaron guiños de ojo, señas que solo ellos entienden, y miradas cómplices. Al sonar la alarma, salieron desordenadamente de sus salones, no obstante la advertencia de hacerlo en fila y con calma. Para ellos, como para el resto de pequeños de diferentes grados y colegios, fueron horas de diversión, y olvido de las aburridas clases. Los funcionarios públicos de diferentes dependencias y entes administrativos, también aliviaron su estrés al salir a la calle, o refugiarse en lugares de “protección.” Bomberos, policías, miembros voluntarios de la Cruz Roja y Defensa Civil, se movieron con destreza y orden, cumpliendo con su deber cívico. Fue otro día de simulacros, organizado con frecuencia en todo el país, especialmente para estar alerta ante la eventualidad de un terremoto. El estado gasta millones de pesos, tiempo, recursos y logística, haciendo estos simulacros. Naturalmente esas acciones son necesarias y de alguna manera pueden mitigar un mínimo porcentaje, de ocurrir una tragedia.
Sin embargo, soy pesimista de las virtudes de estas prevenciones y les diré por qué: el Japón es uno de los países del mundo con el más alto grado de sismos. Diariamente la superficie de ese archipiélago de mil cuarenta y dos islas, que alberga 127 millones de habitantes, tiembla. La gente está en permanente estado de alerta pues aprenden estrategias de defensa desde su gestación. Allá los simulacros son reales y sin embargo, mueren miles de personas. Para prueba, el tsunami ocurrido el 11 de marzo de 2011, dejó cerca de 18.000 muertos y casi 4.000 desaparecidos. Han inventado equipos, sensores, receptores eléctricos, colocándolos a lo largo y ancho de su geografía para detectar la intensidad de los movimientos telúricos. Poseen una alta ingeniería civil para construir carreteras, trenes, y edificios a prueba de sismos, pero cuando estos terremotos sobrepasan los estándares establecidos por las escalas de medición, se derrumban.
Por otro parte, en ninguna parte del globo, ni universidades, ni las ciencias, ni nadie ha podido predecir cuándo ocurrirá un terremoto. Algo similar ocurre con los volcanes; ni los más versados geólogos y vulcanólogos han logrado detectar la hora y lugar en que ocurrirá un desastre. Curiosamente solo los perros detectan la vecindad de un sismo. Algunos estudios, hechos justamente en Japón, evidencian que los caninos huyen en manada de las casas cuando se acerca la ocurrencia de un terremoto. El problema es que estos amigos del hombre lo hacen, unas veces faltando cuatro días, otras dos, y en algunos casos a solo horas de ocurrir la tragedia.      

           

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