Santiago Villarreal Cuéllar
Aquelarre se llama el sitio donde se reúnen las brujas para descansar y
tener encuentros con Satanás. Eso dice la leyenda que conocemos desde la edad
media, época donde se difundió por toda Europa la noticia de la existencia de
las brujas. No de brujos, porque justo es decirlo, ese título solo se otorgaba
a las mujeres que hacían remedios caseros, rezos no reconocidos por la Iglesia
Católica y otros ritos como los practicados por judíos marranos, es decir,
convertidos al catolicismo, pero que conservaban en secreto sus creencias. Centenares
de estas pobres mujeres terminaron hechas chicharrón en las hogueras de la
santa inquisición, como castigo a su pecaminoso oficio de ejercer la brujería,
no sin antes ser sometidas a tormentos y torturas para hacerles confesar sus
acciones. Eran acusadas de montar en escobas y volar millas, como si de aviones
se tratara, para cometer delitos tipificados en esa época, tales como el mal de
ojo, poner maleficios, y salar haciendas y negocios.
Traigo a colación esta historia porque en el pueblo de la Jagua municipio
de Garzón Huila, se celebra el 31 de octubre el congreso de brujas y brujos.
Aunque parezca cómico, vienen de todo el país hombres y mujeres que tienen como
profesión ejercer la medicina alternativa, realizar rezos, sanaciones y todo lo
habido y por haber en materia de hechicería, espiritualismo, brujería y
chamanismo. Parece que el diablo, en aras de ponerse a tono con los derechos
humanos, ahora acepta hombres para ejercer la brujería, profesión que solo era
exclusiva de las mujeres. La mayoría de estos nuevos brujos y brujas ya no usan
escobas para volar, pero en cambio tienen computadora portátil para ejercer su
profesión con tecnología de punta. Tampoco les asiste el temor de ser quemados
vivos pues ya no existe la santa inquisición, aunque muchos ideólogos de derecha
desearían revivirla, ya no para castigar hechiceros, sino a los “terroristas.”
Satanás ya no se reúne con estos nuevos brujos por temor a que esquilmen sus
bolsillos.
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