Santiago
Villarreal Cuéllar
Hace
varios siglos, cuando predominaba el catolicismo en Colombia, en la
zona andina ocurrió un caso particular. Una comadre que sirvió de
madrina a una niña de una familia campesina, por sus especiales
dotes de belleza física, atrajo con sus encantos a su compadre. Este
se enamoró locamente de ella, y no ahorraba lugar donde se
encontraban solitarios, para solicitar que fuera su amante. No
obstante, la comadre no accedía a las pretensiones de su compadre,
primero porque era casada y respetaba a su marido, y segundo porque
los mandatos de la Iglesia Católica prohibían a los compadres ser
amantes, pues el diablo los podía convertir en un horrible monstruo.
Pero como dice un viejo refrán que la gota vence la roca, un día la
infortunada comadre resolvió aceptar la propuesta de su compadre y
ambos se unieron en la cópula pasional. Cuanto terminaron el acto
carnal, apareció un joven muy apuesto y bien vestido, montado en un
hermoso caballo, lujosamente aperado, como no se había visto antes
en la región. El joven los invitó a entrevistarse en horas de la
noche en un lugar solitario, cerca del bosque, para presentarles
algunos amigos, pero con la condición que llevaran la niña, ahijada
de la comadre. Esa noche, los tres acudieron a la cita y el joven los
esperaba mientras fumaba un grueso tabaco. De pronto, el apuesto
galán se transformó en el mismísimo diablo y enfurecido, encendió
con un mechón de fuego los tres humanos indefensos. Desde entonces,
fueron convertidos en un tenebroso espíritu maligno, llamado la
Candileja.
Cuenta
la leyenda, que en las noches oscuras aparece sobre las montañas,
formando una gran antorcha y como si de una nave voladora no
identificada se tratara, sobrevuela las copas de los árboles y de
cuando en cuando se parte en tres antorchas de menor tamaño,
uniéndose luego para formar de nuevo la gran antorcha. Y cuando un
par de compadres se enamoran, la Candileja aparece en la noche para
advertirles el pecado que cometen.
0 comentarios:
Publicar un comentario