Santiago Villarreal Cuéllar
La cacareada
reforma a la salud no es más que otro embeleco a los que nos tiene
acostumbrados los gobiernos neo-liberales de los últimos 20 años. El contenido
de la embustera reforma, permitirá a las actuales E.P.S., que han expoliado la
salud de los colombianos más pobres, convertirse nada menos que en auditoras
del precario sistema sanitario. Es algo parecido a poner los ratones a cuidar
el queso. Y lo que es peor, les gratificaran sus maléficos servicios prestados
en estas dos décadas, condonándoles las abultadas deudas contraídas con las
entidades estatales y privadas. Se creará un fondo con dineros del estado, es
decir del bolsillo de todos nosotros, y con esos recursos se pagarán las deudas
dejadas de cancelar. Peor cosa no nos podía hacer este gobierno pusilánime, que
solo sirve a los intereses de las transnacionales, especuladores y mafias
conformadas para desangrar el erario público.
Ya hemos
manifestado en otras columnas, que la verdadera reforma al sistema sanitario es
la derogación de la ley 100 de 1993, y la creación de una ley que permita al
estado manejar directamente los recursos, contratando con las empresas sociales
de salud, hospitales públicos, y claro está, con clínicas privadas. La salud en
Colombia debe constituirse en un derecho fundamental y su cobertura deberá
extenderse de forma universal. El derecho a la salud está consagrado en la
declaración universal de los derechos humanos proclamados por la ONU en 1948,
de la cual nuestro país es miembro. Por lo tanto, la salud es un servicio que
debe prestarse a todo ser humano de manera gratuita, sin distingos de sexo, raza,
religión, clase social, o ideología política. Necesariamente debe suprimirse el
embeleco del SISBEN para acceder a ese vital servicio, y limitarse a recibir al
paciente por el solo hecho de ser humano. Ni siquiera debe exigirse un
documento de identidad porque miles de colombianos no lo poseen, y al hacerlo
dejaría de ser humanitario.
La clase
política colombiana, que copia modelos extranjeros, debería aprender la lección
de la posguerra europea, donde todos los partidos, de la derecha hasta la izquierda,
se pusieron de acuerdo sobre lo fundamental. Es decir, la salud, educación y
seguridad alimentaria. El mismo Álvaro Gómez Hurtado en su campaña presidencial
de 1990, proponía a los colombianos realizar reformas constitucionales sobre lo
fundamental. Un líder de la derecha proponiendo temas progresistas en una
nación caracterizada por ser la más inequitativa de América latina. El congreso
será el responsable de aprobar este embuste de reforma, o pasar a la historia
creando un verdadero sistema sanitario incluyente.
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