Santiago
Villarreal Cuéllar
En
las oscuras y frías noches de las montañas tolimenses y huilenses,
avanzan lentamente por los lisos caminos, unas veces pedregosos,
otros convertidos en lodazales, cuatro sombras tenebrosas, todas
vestidas de negro, llevando sobre sus hombros el pesado Guando.
Cuatro antorchas ubicadas sobre los cuatro costados, iluminan la
figura del monstruoso cadáver cuyos rasgos físicos son los del
mismísimo diablo. Generalmente este espíritu maligno, convertido en
cuatro subcubos y un incubo mayor, descienden por el camino que
serpentea en estrechas curvas.
Ascendiendo
lentamente, avanza un jinete y su caballo, que corresponde a un
campesino de la región, residente en la alta montaña. Mientras
respiran el fresco perfume de las flores silvestres, el ocre olor a
roble freso y el particular aroma de los cedros, el jinete alcanza a
distinguir a lo lejos, en un recodo del camino, las antorchas que
chisporrotean en la penumbra. El caballo lanza un relincho de
advertencia y se detiene; se niega a avanzar, no obstante que el
campesino aguijonea con sus espuelas la barriga del animal; el
equino se para en sus patas y de no ser por la destreza del montador,
hubiera caído a tierra. Finalmente, aparece a pocos metros el
tenebroso guando, y el horripilante cadáver se levanta de su lecho
emitiendo un estremecedor ruido como de graznido de un toro salvaje.
El campesino cae al suelo dominado por el terror, mientras el caballo
huye despavorido montaña abajo, lanzando los más terribles
relinchos.
Al
comenzar a rayar las primeras luces emitidas por el plateado disco,
varios caminantes que madrugan a llegar a sus parcelas, auxilian al
aterrorizado hombre que tirita de frío y miedo. Cuenta su historia a
los demás, mientras le sirven un trago de aguardiente para calmar
los nervios. Ninguno responde pues este relato es muy común entre
los habitantes de estas comarcas, donde los espíritus del Guando, la
Patasola, el Mohán, el Tunjo y la Candileja, son transeúntes
permanentes de estos caminos. Etimología: Guando es una palabra
Quechua para definir los rituales funerarios.
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