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3/12/2013

Canonización de Hugo Chávez




Santiago Villarreal Cuéllar

En 1997 visité Venezuela en plena expansión de las políticas sociales del presidente Hugo Chávez. Estaba en su apogeo la Operación Milagro, consistente en realizar tratamientos quirúrgicos gratuitos a invidentes para devolverles la visión. En el municipio los Téquez, vecino a la capital, doña Zóila Hernández fue llevada a cuba para operarle ambas vistas. Hacía veinte años era invidente y no obstante visitar consultorios oftalmológicos de Caracas, ningún médico le había dado esperanzas. A sus setenta y dos años volvió a ver gracias a la Operación Milagro. Doña Zóila posee un cuadro inmenso del presidente Chávez, y diariamente mantiene prendido un enrome velón de esperma. Para ella Chávez es un santo. Al igual que doña Zóila, cintos de miles de venezolanos le prenden velas al comandante y rezan por el. En los hogares venezolanos siempre se encuentra un cuadro del libertador Simón Bolívar, pero desde la llegada de Chávez al poder, la foto del presidente se agregó a la de Bolívar, en la mayoría de residencias.

El presidente Chávez ya estaba canonizado desde antes de morir. Ocupaba un lugar en los altares, donde no falta la estatua de José Gregorio Hernández Cisneros y de la negra María Lionza, dos santos venezolanos que la Iglesia Católica nunca ha querido canonizar ( ni lo hará jamás), pero que el pueblo cristiano creyente los considera santos porque así lo ha querido. Ya hemos visto desfilar a millones de venezolanos frente al féretro del presidente fallecido y el derramamiento de lágrimas de hombres y mujeres como nunca se había visto en este país, ni en ningún otro. Lo que se avecina es aun más interesante, porque no solamente Hugo Chávez pasará a ser otro santo más del pueblo, sino que ese precedente perpetuará a quienes continúen con su legado, en este caso Nicolás Maduro, quien será ungido por ese pueblo el próximo 14 de abril. No es gratuita esa devoción al mandatario. Él se ganó ese lugar en las mentes, corazones y altares venezolanos, sembrando las ganancias del petroleo en el bienestar de su pueblo. Venezuela nunca volverá a ser igual después de Chávez, porque él devolvió la esperanza a esa nación que fue gobernada por una burguesía inmisericorde, que se robó los recursos del petroleo y durante decenios no hizo nada para remediar los problemas estructurales. Gracias a Chávez, la pobreza disminuyó en un 40%, cifras certificadas por la CEPAL; los niveles de analfabetismo disminuyeron a cero, en cifras reconocidas por la ONU. ¿Qué más puede hacer un pueblo agradecido con un presidente generoso y benevolente? ¡Pues canonizarlo!   

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