Santiago Villarreal Cuéllar
Es curioso que en Colombia tenga que ser el
poder judicial y no el legislativo quien regule leyes fundamentales para defender
los Derechos Humanos Fundamentales. Si observamos la historia reciente, la
Corte Constitucional ha tenido que pronunciarse (“legislar”) sobre temas como
el aborto, la eutanasia, la unión de parejas del mismo sexo y la adopción de
niños por estas nuevas familias. Mientras en las naciones donde han aprobado
leyes para reconocer los derechos de estas minorías con orientaciones sexuales
diferentes, en Colombia el congreso se ve envuelto en permanentes escándalos
como la para-política; farc-política; comunidad del anillo; y recientemente
vehículos de esa dependencia vendidos a bandas de supuestos traquetos y
personas de dudosa reputación. Los colombianos elegimos desde hace años un
congreso vergonzoso, salvo raras excepciones de algunos legisladores que se
dedican a presentar proyectos de ley provechosos para el país y unos pocos que hacen
un verdadero control político, aunque sin mucho éxito, a un ejecutivo absorbido
cada vez más por la corrupción y el desfalco al erario público. Estos legisladores
de ambas cámaras son en su mayoría una manada de mojigatos que no temen saquear
el estado mediante contratos y toda clase de triquiñuelas para engordar sus
mezquinas faltriqueras, pero se escamotean cuando ven proyectos que redundan en
beneficio de los Derechos Humanos.
Afortunadamente tenemos unos magistrados
preparados, de excelsas calidades humanas; mentes pensantes y brillantes;
verdaderos apóstoles del derecho; cuya mayoría posee un pensamiento
progresista, que en los últimos 20 años, ante todo en la Corte Constitucional,
han sabido interpretar el sentir de cientos de personas, todas en condiciones
de vulnerabilidad frente a los atropellos de una mayoría retrograda que vive
todavía en el oscurantismo y piensa como si estuviera en la época colonial.
Bienvenido el matrimonio igualitario, que
debió ser reconocido antes que la adopción por parte de estas parejas. Porque
para otorgar el derecho a tener niños bajo su cuidado, debe pensarse en que la
pareja que los reciba bajo su custodia tienen que constituir una pareja
establecida bajo el amparo de un matrimonio de derecho. De esta forma se
asegura más el presente y futuro de esas criaturas que serán criadas por esas
nuevas familias que hacen parte de la sociedad colombiana. El avance de los
Derechos Humanos siempre estará por encima de los dogmatismos y supersticiones,
que afortunadamente hace tiempo dejaron de interesar a los estados laicos,
respetuosos de las libertades religiosas, pero también de la libertad de
consciencia y del libre desarrollo de la personalidad. Creemos que es un logro
de unas minorías que debe ser respetado por las mayorías.
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