Santiago Villarreal Cuéllar
Diariamente los casinos de ciudades se llenan
de gente que llega a depositar monedas a las máquinas para sacar un premio;
bingos con salones llenos de personas jugando en espera de ganarse el premio
gordo. Pero también juegan cartas, ruleta, dados y toda la amplia gama de
juegos inventados por el hombre a lo largo de la historia. Algunas personas van
a estos sitios de vez en cuando, esos se llaman jugadores sociales; otros lo
hacen cada ocho, cinco o menos días, estos ya pueden considerarse jugadores en
vías de compulsión; y están quienes diariamente, sin falta ninguna, ocupan un
puesto en el casino. Existen personas que juegan una sola tabla del bingo y no
permiten que otras usen la misma; estos rayan con la paranoia compulsiva.
Los jugadores como los bebedores de alcohol
consideran “normal” su enfermedad y aunque pierdan constantemente cantidades de
dinero, insisten en que un día recuperarán esas pérdidas. La compulsión al
juego es una patología psicosomática que casi nunca es aceptada por el
paciente. Un jugador compulsivo difícilmente acepta que está enfermo y necesita
tratamiento. Aunque su familia trate de disuadirlo para que deje de jugar, no
lo hará porque su mentalidad está inmersa en la enfermedad. A diferencia de los
alcohólicos, adictos a las drogas, al cigarrillo y farmacodependientes, que pueden
recibir desintoxicación, continuar un tratamiento terapéutico y farmacológico, el
proceso para los compulsivos al juego debe iniciarse en el consultorio del
psiquiatra. La psicología se queda corta para tratar esta patología,
especialmente hoy cuando nuestros psicólogos no se especializan en patologías
clínicas, sino que se quedan con el solo título que no sirve para estos casos.
¿Cómo hacer para tratar un jugador
compulsivo? No es fácil. El primer paso consiste en que el enfermo acepte su
condición y permita someterse a tratamiento. Además, en nuestro país no existen
clínicas especializadas para tener estos pacientes y deben recibir tratamiento
en aquellas destinadas para atender todos los enfermos mentales. El compulsivo
termina asustado.
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