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2/26/2016

Adorando a Lucifer


Santiago Villarreal Cuéllar

Pisos de mármol con imágenes grabadas en bajo relieve; cortinas rojas en fina tela de satín; esculturas elaboradas imitando al Lucifer pintado en la época del Renacimiento, inspiradas por pintores europeos que leyeron admirados La Divina Comedia de Dante Alighieri; cruces hacia abajo y una gran cantidad de símbolos tomados de diferentes culturas exotéricas y esotéricas, como la masonería, rosacruces, gnósticos y antiguos cultos celtas, adoradores del dios Wotan, que aún se conserva en varios países europeos, particularmente en las naciones escandinavas. Todos esos elementos hacen parte de la llamada Iglesia Luciferiana Semillas de Luz, construida por el empresario Damián Rozo en zona rural de Calarcá Quindío. No es la única en Colombia, como sensacionalmente dice la prensa, ni creo que este señor tenga pactos con el diablo como afirma en sus declaraciones. La parafernalia de su templo, construido entre otras cosas sin la respectiva licencia expedida por Planeación, y sus fantásticos relatos, dignos de los cuentos de Las Mil y Una Noches, es para niños y adolescentes inocentes, o para gente ingenua. Pero para quienes hace muchos años estudiamos las diferentes culturas de la humanidad, la historia, literatura, filosofía y antropología, se trata simplemente de una alegoría o una mescla de religión y filosofías antiguas, sin forma doctrinaria. Sin exagerar, esa extraña mescolanza raya con la charlatanería y está lejos de ser una secta mal llamada satánica, como las existentes en Europa, Estados Unidos y sus ramificaciones en América Latina, y Colombia. Las denominadas sectas satánicas son simples centros de adoración a cultos ancestrales celtas, con su simbología nórdica hiperbórea, la cruz esvástica levórica y sus runas. Como estos símbolos son desconocidos en nuestras cultura cristiana, cuando las vieron por primera vez fueron calificadas de satánicas. Algo parecido a lo sucedido hace varios siglos con los masones, quienes fueron tildados de ateos y diabólicos.

Particularmente pienso que esta iglesia luciferiana fue construida por su propietario con fines turísticos y no religiosos, pues a nadie se le ocurre adorar a lucifer. Los habitantes de estas hermosas regiones del eje cafetero son muy creativos y desde hace tres décadas se propusieron convertir esa rica zona en un atractivo turístico. Y me parece muy bien que inventen todas las fantasías posibles para atraer gente a su región. Pienso que nuestros pueblos deben seguir ese ejemplo emprendedor hacia el turismo, que constituye una de las mejores fuentes de ingreso para los habitantes de una zona geográfica en particular. Ahora, en el supuesto que fuera una secta o culto, están en su derecho pues nuestra constitución ampara el derecho a la libertad de conciencia.          

      

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