Santiago Villarreal Cuéllar
Plazas llenas de gente desarrapada oyendo los discursos del padre Camilo; la burguesía se persignaba al escuchar sus sermones cargados de propuestas de cambio al establecimiento para hacer de Colombia una sociedad más justa; su lenguaje sencillo pero brillante en su exposición, hicieron de Camilo Torres un sacerdote distinto a los demás curas, confesores y obispos de alcurnia que solo buscaban congraciarse con los grandes empresarios, dejando a un lado el principio cristiano de servir a los pobres.
Si el padre Camilo Torres no hubiera escogido la lucha armada, seguramente habría llegado a la presidencia de la república. Pero cabe la caprichosa posibilidad que esa oligarquía dominante preferiría haberlo asesinado como lo han hecho con todos los líderes que se oponen a sus mezquinas pretensiones.
La firme decisión de empuñar las armas y marcharse a las montañas de Colombia para acelerar el proceso de cambio, fue un suicidio. Pero logró aquello que muchos mortales no alcanzan en vida: convertirse en un héroe. Para ser héroe hay que morir joven y asesinado; por una causa claro está. Y Camilo Torres Restrepo murió por la causa de los pobres, de los desprotegidos, con los cuales y a pesar de provenir de una familia acomodada, siempre se identificó.
Algunos se ofenden por calificar de héroe a Camilo Torres, pero esa percepción se debe a que cada ser humano juzga de acuerdo a su pensamiento y sus intereses.
Pero al padre Camilo no solo debemos recordarlo por ser un revolucionario, sino porque fue el creador de la primera cátedra de Sociología en Colombia; porque él fue sociólogo egresado en la Universidad de Lovaina de Bélgica.
Murió un 15 de febrero de 1966, víctima de las balas de sus perseguidores (ejercito de Colombia) y su cuerpo fue desaparecido hasta la fecha.
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