Santiago
Villarreal Cuéllar
Este
felino que en principio fue salvaje, con el correr de los años se
hizo amigo del hombre hasta convertirse en una preciada mascota.
Existen diversas especies a lo largo del planeta, teniendo como
particularidad su gran belleza. Su mirada tierna despierta el aprecio
de hombres y mujeres de todas las edades, inspirando afecto y cariño
a quien lo tiene como compañía. Los hay de distintos colores y
matices, de pelo liso, lacio y desparramado. Diferentes culturas los
adoptaron como mascotas, pero también lo convirtieron en amuleto de
la buena suerte. Para otras culturas también es sinónimo de mala
suerte y rehúsan tenerlo en sus hogares.
En
la cultura egipcia, hace más de cinco mil años, el gato significó
una entidad espiritual que servía de vértice o captador de energías
positivas. Varias esculturas elaboradas en diferentes materiales
prueban la devoción que tenían por este noble animal. Los griegos
también rindieron especial culto al pequeño felino, y otro tanto
hicieron los romanos, para quienes el gato negro constituyó fuente
de energías cósmicas positivas. De allí se derivó al resto de la
cultura euro-centrista la posesión del gato negro como una especie
de talismán de la buena suerte.
El
libro de San Cipriano, edición francesa de 1884, revela el secreto.
Quien desee tener buena suerte en los negocios, el amor, tener buena
salud y poseer un escudo contra las malas influencias de las brujas,
debe tener en su hogar un gato macho de color negro, cuidándolo con
esmero y alimentándolo muy bien para que forme una contextura
robusta. Todos los viernes a las doce de la noche, tomarás el gato
entre sus manos, acariciándolo y masajeándolo sobre su cuerpo, que
debe estar completamente desnudo. Lo pasarás por el cuello, el
abdomen, la espalda, las partes íntimas, brazos y piernas; luego lo
colocarás entre sus piernas, rociando sobre su lomo una buena
cantidad de sal marina, con la que masajearás hacia delante de la
cabeza del gato, hasta que se desvanezca el último grano.
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