Santiago
Villarreal Cuéllar
“Perdona
señor nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos
ofenden.” Así reza un trozo de la oración, que según los
evangelistas, enseño Jesús; y en muchos otros pasajes de los
evangelios, Jesús invoca el perdón a nuestros enemigos. En Colombia
desde la invasión española, fue impuesta a la fuerza la religión
Católica, que sigue los preceptos cristianos; hace más de ochenta
años incursionaron las sectas protestante fundamentalistas, que
dicen ser salvos, cumplen al pie de la letra la Biblia, y predican el
perdón; el 95% de los colombianos siguen dogmas cristianos, por lo
que se espera una sociedad tolerante, compasiva, misericordiosa y con
una alta conciencia del perdón. Sin embargo, no todos piensan y
practican lo que hoyen por lo menos cada ocho días en la misa o los
cultos. Hay voces que piden justicia, venganza y más guerra para
derrotar a quienes se levantan contra el establecimiento. Claro está
que estamos en una democracia donde existe diversidad de ideas y
pensamientos.
Pero,
¿vale la pena apoyar los diálogos de paz entre el gobierno y las
farc? ¿O debemos volver a la guerra para derrotarlos? ¿Tienen
derecho los miembros de este grupo guerrillero a ser perdonados? ¿O
deben ir a la cárcel a pagar sus crímenes? A mí me parece que la
vía del dialogo y la negociación es el mejor camino para poner fin
al conflicto armado; una guerra de más de cincuenta años, donde han
muerto cientos de miles de colombianos (en su mayoría pobres), donde
el estado no derrota a la guerrilla, ni esta a este, no vale la pena
continuar por lo mismo.
Invocando
principios humanistas, creo que debe otorgarse el perdón a estos
alzados en armas, permitirles reinsertase a la vida civil, y abrir
caminos para que organicen partidos políticos y puedan participar en
elecciones limpias; no tendría sentido negociar para llevarlos a la
cárcel. Sencillamente sería una dialogo estéril, porque ningún
guerrillero aceptaría semejante propuesta y preferirían continuar
viviendo en la selva.
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